MARX ESPINOZA










“Sobre el mar de la noche soy un ave, o pretendo serlo”








SOBRE EL MAR

A Diana, Josué, Esteban y Casimiro.
Amigos y cómplices de la lectura.
En efecto, con afecto.



Sobre el mar de la noche soy un ave,
o pretendo serlo.
Mis alas a penas rozan el olvido
o su retorno,
el eslabón sensible de una rosa
de su carne
de su corpus…
¿Qué puedo ofrecer a los errantes sembradores
sino la tensión de unas pupilas que
en desvelo y sin recelo por las letras se desviven?
¿Qué si no la pura redención de “mi locura”,
la perdurable manía de la ternura?

Será
en mi viñedo, huerto asfaltado
quizá una mazorca de maíz morado
para alentar su rubio latido:
calmar el pulso en la presión del abismo.
Un puñado de lluvia
en los días de sed y viento
Una sonrisa que atraviese los cristales
una luna que alumbre de día
un poco de leche para su lid viajera.

Mientras el espejo del día
Irrumpe en nuestras desoladas reflexiones
las abejas de la poesía
sobre el dorso de la tierra
o en el ombligo del cielo, con incansables alas
trazan estelas de rosado silencio,
un nombre de hermoso aguacero
que descansa en las orillas
de la piel y el sentimiento,
un lago de cristal repujado:
la brisa de un frío que calienta…

de “Asuntos Humanos” (poema – río)





BAJO LA LLUVIA


…y la ciudad el mar que navegaste
y la noche se abren a tu paso
… y el corazón vuelve de lejos a asomarse.
CÉSAR MORO.



Como quien atiende el peso de la lluvia,
oteo la vibración intacta de su piel.
Abandonado a la marea
me acuesto al efluvio de la ausencia.

Turgente y colorada
una muchacha entre mis manos
es puro corazón y luna clara:
diente de león y suspiro
en cada fragmento de su aroma
me canta una canción.

Aspiro cada juntura de sus estambres
paladeo la miel oscura de sus ojos
acaricio la hierba mojada de sus labios
la almendra rebanada entre mis dedos.

Ella detiene la mano donde cree tener el corazón,
la convulsión inconfundible de la lluvia
me advierte
del incontenible espasmo
de la gravedad bajo la lluvia.





EL COMIENZO DEL AMOR

No, no era el esplendor efímero
de una tarde que para siempre se iba…
¡Era el comienzo del amor!

El viento de enero rasgaba la tarde,
el viento (o la ternura en ráfagas)
rasgaba la espalda del día...
Mientras la tarde escuchaba confesiones;
a pesar de la hora, había luz y calor
suficientes para reconocer la divinidad del amor.

Entonces, inmensa, puede ver tu alma
vestida de transparencia absoluta
pude sentir cómo tu voz, aliento del alba,
mi corazón sin luz atravesaba.

Yo en la hermosa colina de aquel comienzo
frente al incendiado color de la ciudad,
cantando ante el hechizo de tus ojos
pude conocerte gorrioncillo

y hallar al fin pude
la fundación perdida,
la remota ciudad de la ternura…
¡Te había encontrado!

Flor de lluvia,
en este poema mis sentimientos mejores
he volcado
y mi oscura agonía he derrotado:
en ti el amor he hallado.

Con la lluvia de esperanza que renace
me haces libre,
con el viento que tus mechones persigue,
con el viento que abriga los cuerpos
y junta dos corazones en uno,
tú me haces libre, tuyo y libre… libre.

Déjame ser el viento en que tu verso azul vive
ser el viento que tus encantos en envuelve
el viento en que galopan tus sueños
viento que seduce tus cabellos
ser el viento que acaricia con puro amor
tu rostro en flor.

No, no era el esplendor efímero de una tarde
que para siempre se iba
era el comienzo del amor.





INÉS

Un haz de luz se extinguía
entre el silencio de la noche,
un corazón demandaba amor, ¡un amor!
el poeta quiso crucificarse en un suspiro
y hacer el destino con los besos de Inés.

Mas declamando contra el viento,
tropezó con el dolor
derramando su canto, rompió su corazón;
entonces, fue su garganta un profundo grito
y de su voz manó una desolación de truenos.

Aquella mujer que tanto lo hería
con la dolorosa belleza de sus labios,
por razones del corazón que la razón no entiende,
ahora volvía, cual rizo de viento, para siempre volvía...

Ella, mujer amada,
la misma que atada de ausencias perseguidas
detrás de la fuga del viento,
dejó un atado de esperanza en el silencio de su llanto.

Cayó la noche cual fruto maduro;
bajo su última coraza,
el vate pronunció el nombre amado: ¡Inés!
y papel y poema se quemaron sus labios.

Una vez más, viento y poeta se juntaron
y la tristeza fue sin lágrimas:

Inés.- “piedra y camino fue y será mi destino”
Poeta.- en ti, hoy viven las caricias que ayer perdí
Inés.- “pero la brisa que te acaricia…
Poeta.-...apuñala mi corazón.
Inés.- “Te amo!”
Poeta.- sin puñales de olvido, yo te amo
y espero tus manos entre las mías,
en las que algún día
nuestro amor se haga flor eterna.



A UNA JOVEN MADRE


A la mañana fecundada de amor.


Con el anuncio de la dulzura nueva
que ya venía copándole el corazón,
una joven,
entre la hierba se durmió
y ya dormida se dijo:
“todo esto no es más que un sueño”;
mas al rayar la aurora
sollozó y lloró
hasta estrujar sus pétalos.

Un pequeño estremecimiento
le despertó el alma y le robó el corazón,
entonces comprendió
que aquella pequeña frescura
como de lluvia lenta
que le subía por la piel
e inundaba su tierno corazón
era el prodigio de la concepción,
el milagro de un hijo en camino.

Ahora ella está sobre el mundo
mirando la luna nueva
leve como un suspiro
cual gota de cielo, suspendida
entre las ternuras de su niño.

Río y cuesta arriba
venciéndolo todo,
asida a la esperanza inmensa
del alma recién nacida,
la joven madre sostiene en brazos
la esencia del amor.

va luchando por los suyos,
venciendo el camino y sus abrojos
soñando con ser abuela
forjando su dicha y su destino.

abriéndose paso entre la maleza
siempre,
siempre con la mirada en el azul infinito.

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1 comentario:

Paulo González Cárdenas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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