Estepario es el vocero cultural del Movimiento Literario «DOSAMARUS» de Huancayo; sus artículos generan reflexión y muchas veces polémica como el que trató en torno al teatro gay en Huancayo en el cual se afirmaba: «…el teatro en nuestra ciudad se ha contaminado de la cruel mojigatería que también mina otras esferas artísticas, haciendo del teatro de Huancayo una suerte de máquina que retrocede en el tiempo, despertando heridas casi olvidadas, repitiendo discursos desfasados o sirviendo meramente como material histórico o de comprensión para escolares. Estas características van haciendo que la juventud contemporánea mire al teatro como un adefesio que sólo los viejitos y los que nada mejor tienen que hacer consumen» (Nº 7-07-2009.p.1); generó una serie de reacciones entre las personas que trabajan en este campo durante muchos años, tal es el caso de la actriz y dramaturga María Teresa Zúñiga, que en la entrevista que le realiza Estepario Nº 8-11-2009-p.13) considera que al teatro gay le falta profundizar su estética; en cambio «Barricada» – y lo sabemos- desde hace muchos años, continúa con la línea de protesta, de vanguardia; lo de «Expresión» está relacionado con el hambre, la miseria, las dictaduras. En el Nº 7 leemos los poemas de Patricia Tauma, Jimmy Povis; el trabajo lírico interesante de Joe Delgado Rodríguez que penetra en la conciencia de la madre para entregarnos un tierno monólogo; Artemio Julca le rinde un merecido homenaje a la poeta y maestra Flor de María Ayala Leonardo : «Caíste en la sima del tiempo / para vivir en la eternidad». David Barzola Quintana (+) que funde lo real hasta desembocar en lo ideal: «Sólo frente a ti / desapareciendo me siento feliz». En el Nº 8, artículos importantes: EL tráfico de esclavos en el valle del Mantaro (Martín Arauzo Arancibia), Manuel Trinidad Janampa, primer voceador de diarios de la región (Guillermo Joo), La formación colonial de los pueblos de Huancayo, Chupaca, Sicaya y Chongos (Aquilino Castro Vásquez), Francisca «Panchita» Pizarro: Nuevo monumento en Jauja (Gerardo García Rosales). Las creaciones literarias de Consuelo Arriola, Graciela Ramírez, Alberto Chavarría y su cuento: Los valientes de Maquiavelo (donde el Perro-justifica su apodo matando a madre e hijo); Manuel Tuppia, Luis Guardamano, Adrián Domínguez, Marx Espinoza y su poema onírico; Pedro Rezza Claros, Giovanna Clemente, Ariel Marzal; la interesante entrevista a María Teresa Zúñiga; en fin una aleccionadora lectura. Vale la pena. Felicitaciones.
Estepario es el vocero cultural del Movimiento Literario «DOSAMARUS» de Huancayo; sus artículos generan reflexión y muchas veces polémica como el que trató en torno al teatro gay en Huancayo en el cual se afirmaba: «…el teatro en nuestra ciudad se ha contaminado de la cruel mojigatería que también mina otras esferas artísticas, haciendo del teatro de Huancayo una suerte de máquina que retrocede en el tiempo, despertando heridas casi olvidadas, repitiendo discursos desfasados o sirviendo meramente como material histórico o de comprensión para escolares. Estas características van haciendo que la juventud contemporánea mire al teatro como un adefesio que sólo los viejitos y los que nada mejor tienen que hacer consumen» (Nº 7-07-2009.p.1); generó una serie de reacciones entre las personas que trabajan en este campo durante muchos años, tal es el caso de la actriz y dramaturga María Teresa Zúñiga, que en la entrevista que le realiza Estepario Nº 8-11-2009-p.13) considera que al teatro gay le falta profundizar su estética; en cambio «Barricada» – y lo sabemos- desde hace muchos años, continúa con la línea de protesta, de vanguardia; lo de «Expresión» está relacionado con el hambre, la miseria, las dictaduras. En el Nº 7 leemos los poemas de Patricia Tauma, Jimmy Povis; el trabajo lírico interesante de Joe Delgado Rodríguez que penetra en la conciencia de la madre para entregarnos un tierno monólogo; Artemio Julca le rinde un merecido homenaje a la poeta y maestra Flor de María Ayala Leonardo : «Caíste en la sima del tiempo / para vivir en la eternidad». David Barzola Quintana (+) que funde lo real hasta desembocar en lo ideal: «Sólo frente a ti / desapareciendo me siento feliz». En el Nº 8, artículos importantes: EL tráfico de esclavos en el valle del Mantaro (Martín Arauzo Arancibia), Manuel Trinidad Janampa, primer voceador de diarios de la región (Guillermo Joo), La formación colonial de los pueblos de Huancayo, Chupaca, Sicaya y Chongos (Aquilino Castro Vásquez), Francisca «Panchita» Pizarro: Nuevo monumento en Jauja (Gerardo García Rosales). Las creaciones literarias de Consuelo Arriola, Graciela Ramírez, Alberto Chavarría y su cuento: Los valientes de Maquiavelo (donde el Perro-justifica su apodo matando a madre e hijo); Manuel Tuppia, Luis Guardamano, Adrián Domínguez, Marx Espinoza y su poema onírico; Pedro Rezza Claros, Giovanna Clemente, Ariel Marzal; la interesante entrevista a María Teresa Zúñiga; en fin una aleccionadora lectura. Vale la pena. Felicitaciones.
“Mi pensamiento se convirtió en una crisálida con una sola obsesión: la palabra, mi palabra, esa palabra”
EL INCUNABLE Y MI PALABRA
Todo empezó buscando la palabra. No sabía exactamente lo que quería contar, pero intuía que aquella palabra era la clave para empezar la historia. ¿La historia? ¿Una historia? ¿Mi historia? Sería tal vez, aún no lo sé, una historia que juntara lo mágico con lo sobrenatural, ya que siempre me han llamado la atención los ritos o pactos que hace el hombre con seres sobre o antinaturales. Hablar o escribir sobre viejas pesadillas humanas nos hace recordar que aún somos frágiles y que estamos en soledad.
Empecé entonces por buscar esa palabra en diccionarios enciclopédicos y pesados y, nada, era inubicable. Después fui en busca de libros antiguos y enormes, tampoco ahí encontré un indicio o algo que me dijera que ésa era la palabra mía. ¡Qué digo, Dios míos! ¿Palabra mía? ¿Qué me pasa? ¿Aún estoy obsesionado? Esa palabra sería mía, me dije, lo sabía, pero en aquel entonces era de todos.
Amanecía y anochecía pensando, hurgando, en miles, millones, de signos. Recién ahora reconozco el momento en que pasé el límite de lo real posible a lo utópico: sentí calentura en el rostro, en las manos, la boca, los labios se me resecaron, tragar saliva me producía escozor, oía el fluir de mi sangre. Me calmé un instante y luego el frío me atrapó, lo sentía subir por mis pies, poco a poco mis ojos se cerraban, el vahído se apoderaba de mí.
Aquella noche soñé un mundo de libros, de páginas, de letras, de ideas, de conceptos, de imágenes. Los caminos eran libros abiertos, las praderas cubiertas de libros, los árboles libros enroscados, libros pequeños y brillantes los frutos. ¿Imagináis un océano de libros? Páginas en vez de agua, transparentes, albos. Los pececillos eran vivaces letras coloridas en ondulante movimiento. Las casas distintas formas de libros, se viajaba sobre hojas sueltas de libros relucientes. El sol un libro abierto, brillante, esplendoroso y grande.
Quise dejar de buscar esa palabra con la cual iba a empezar mi historia, pero me fue imposible. Cuando dejaba de hacerlo me enfermaba. Volvían las calenturas, las fiebres altas. Mi pensamiento se convirtió en una crisálida con una sola obsesión: la palabra, mi palabra, esa palabra. Me volví inútil para otra cosa que no fuera la búsqueda de esa palabra.
Me metí, de día y de noche, a bibliotecas públicas y privadas. Actuaba como un ladrón profesional, la obsesión aguza la observación y la planificación se hace más astuta: me sabía quién tenía biblioteca y cuántos libros había ahí. Mi forma de averiguar iba desde la pregunta inocente, con afán cultural, hasta el sobornar a familiares y criados. En las bibliotecas públicas la cosa era más fácil, pues los empleados mal pagados facilitaban eficientemente mi desesperada búsqueda.
Y aún recuerdo con nostalgia conmovedora a aquella bibliotecaria universitaria que ayudándome a cotejar libros pudo hacerme olvidar, por unos momentos, esa palabra. Yo buscaba absorbido en la lectura cuando ella me acarició el pelo y me besó el cuello. Ella era mayor, podía se mi madre. Cuando le levanté la falda mis dedos no encontraron ningún calzón, sólo su abertura húmeda, cálida y temblorosa. Terminamos copulando sobre una ruma de libros viejos. Yo tenía veinte años.
Después de eso pude revisar esa biblioteca a profundidad, como a su cuerpo cercano a los cuarenta. Aún me emociona mirar en el recuerdo su sonrisa abrazadora cuando le mostré las fotos de sus bragas y medias que encontré en viejas revistas argentinas. Ella fue la que me informó sobre quiénes en la ciudad tenían bibliotecas y cuál la más completa. Me facilitó diversas formas de entrar a ellas.
¡Disfruté tanto ese tiempo! Mis manos, mis ojos, mis fosas nasales estaban exultantes con tanta exuberancia de papel y tinta. Cada libro, cada estante, cada hilera me hacía vivir el placer, la lujuria, el gozo cercano a la misticidad.
Ella no tenía marido, pues vivía por los libros. Cuando llegó la despedida hicimos el amor sobre un lecho de incunables valiosísimos. Al irme: “Para que no me olvides nunca”, me regaló uno de esos incunables; uno de esos primeros libros impresos en el mundo y que había llegado a estos lares muchísimos años antes, quién sabe cómo. Fue la muestra de amor más agradable que he tenido en toda mi vida.
Rebusqué, viajé, aceché, robé, leí como un poseso y nada. La palabra seguía fuera de mi alcance. A veces caía en el desánimo total. No sabía exactamente qué buscaba, pero lo buscaba; sabía que lo reconocería inmediatamente con sólo verlo, leerlo, impreso en algún lugar del mundo. Vi muchos ojos y muchas caras, aprendí a reconocer a los que andaban como yo. También reconocía a los que buscaban otras cosas, pues todos buscan algo en la vida, y no les importaban los libros. Ellos son más comprensivos con los que buscan en los libros su felicidad. Los buscadores de palabras, en cambio, son tenaces y actúan como fieras, temen perder su palabra en manos de otros; sin esas palabras serían fantasmas translucientes, sombras sin tiempo.
Nada hay más fatigante que buscar una palabra. Hay millones de ellas, pero sólo una de ellas es la que te va a dar la fortuna y el sosiego. ¿Cuál es ella? Nadie lo sabe. Sin embargo, la búsqueda comienza cuando se hace conciencia de que es necesaria esa palabra para vivir, sin ella eres como un árbol seco y pálido.
La palabra exacta no existe, sólo una aproximación. A veces parece que persiguieras un espejismo, una tenue luz, un eco agónico, una soledad llena de vida.
Me pasé todos los años de mi vida buscándola. Ya casi había perdido la esperanza y temía morir sin cumplir mi sueño cuando vi ese viejo incunable. Lo abrí al azar, con resignación, y ¡ahí estaba! Me sonreía, fresca y lozana. Años buscándola y ella esperándome en un rincón de mi propia casa. Embelesado la tocaba, la leía, la acariciaba. Al fin era mía, sólo yo la conocía. Ahora puedo irme de este mundo ya tranquilo, pues esa palabra inicia esta historia. ¿Lo ves?.
DE: “MOLINETE DE COLORES”
HEDONE
No, no, no, no
no quisiera, después de tantos recodos recorridos,
llegar a mis cavernas para iluminar
con patéticas lámparas tal vacío,
que inundan mi pesar de innumerables
molestias lucíferas,
en un preciso instante
del que se me liberaba del todo,
de mi revelado espacio de padecer
el placer en sí mismo,
y no en el descompuesto cuerpo
del que yo traigo consigo puesto,
tampoco en el velo de seda que tengo como alma
que abriga el esquelético pensar,
sino al menos en mis invenciones, en mis descubrimientos;
incitado a profanar paz en todos,
en los que perforan con una estética piedra
la brumosa arenisca en el que caigo y me multiplico
a un incalculable numeral
de existencias paradas y otras sentadas.
DE: DESCONCIERTOS
BIENVENIDA
Lo mejor es una musa de carne y hueso
Rubén Darío
Bienvenida Musa del jolgorio y la desnudez,
pues a mi camino te has tocado,
sin saber, ignorando todas las leyes de una naturaleza concebida
para perderse por siempre,
que ahora, no hay régimen ni ley que dé límite a
mis ansias de envolverla en demasiadas cuitas y placeres.
Me place pues mostrarle lo que oculto
se halla por las mañanas
y descubierto se halla por las noches,
en vuelos nocturnos y pasos altisonantes.
Me place pues, también,
anunciarle sin remordimiento alguno
que mi tiempo soleado se ha perdido en usted,
Musa,
o se está perdiendo en sus ganas,
en sus curvas propagadas,
mas allá de los simples elogios que la cultivan
y la nombran descaradamente.
Yo la nombro con rabia y desdén,
con lo que en mis intenciones pasadas,
fueron limpias y secas,
ahora son mojadas y sucias
como los hoteles.
Ahora,
Musa, no hay tregua para esta guerra,
transpirante, sangrienta, alocada,
desmesurada, estúpida;
no nos queda más opción
que combatir sin trincheras ni armas
que nos protejan
de nuestra inexcusable
sensación de morir parados
y pegados a una sabana
mirando un reloj malogrado.
DE: RESQUICIOS
MEDIO ORIENTE
¿A dónde?
A donde sea…
menos a donde corra el polvo y la pólvora abrazados
como esclavos sin rincón ni lugar;
¿Cuando?
Cuando ya no importe seguir muriendo escupiendo al sol;
O cuando el barro seco, extendido a lo largo del camino,
Sea similar a la duna, en forma de castillos moriscos.
¿Cómo?
Cómo siempre,
Con los ojos alegres y las manos con sangre;
Y una boca desnuda que alaba a dios por desesperación.
¿Por qué?
Porque no queda nada más que hacer que odiar,
Desviando la miraba absorta hacia la pagina rota;
Al contorno desolador de los días extensos,
De los que por naturaleza nos hiere más
Nos hace vernos extraños en un espejo
A desconocernos completamente.
DE: RESQUICIOS
LA BÚSQUEDA
Mi búsqueda callada ha cesado
Antes que se valla el atardecer
Un negro atardecer de imposibles hombres y animales,
Ya no queda ánimos posibles
Para rebuscar entre mis recuerdos
Un mínimo examen de conciencia
Para ver que aun podría seguir buscando.
Tampoco queda un bosquejo de una vida
Enterrada al desenfreno y la excitación,
Menos a la esperanza de encontrar lo que hace años,
Se pudo haber hallado sin problemas.
Así, sin búsqueda ni encuentro
Sigo como siempre,
Con las manos secas y vacías,
Desiertos de arena y polvo
Consumen mis ganas.
Me dan la gracia de perderme en ellas.
DE: RESQUICIOS
MUJERCITA PEQUEÑA MUJER…
no has perdido nada en la oscuridad,
y sin embargo buscas contraer un futuro en tu bolso,
llevarlo a casa para contemplarlo y ver solo niños sucios,
eso te hace feliz, te obliga a seguir yendo en la línea 12 como siempre
lo hicieron los hombres y mujeres que no tienen paradero fijo,
se guían con la dirección del vaivén del viento de una plaza.
y sigues siendo mujercita, casi una flor recién regada,
con los pétalos y pistilos en boga, pero abandonada a una suerte,
que no se ve en unas cartas, ni mucho menos en tus clausuradas manos
para tocar con una caricia la mano del ofertante o del príncipe azul,
pues el tiempo ha sedado las ganas de seguir mirando al espejo rayado,
que espera ansioso el vapor de tus transpiraciones de noche fusionada.
mujer mujercita, te saben los colores a diáfanas lagrimas pegadas al ojo,
saben despertar de un sopor para callar al niño mojado, cagado,
y un agu, agu para incitar a la pared a brillar como navaja en pelea callejera,
apretando al invisible pecho, en gotas de caños en bancarrota, salen de a pocos,
las blancuras de tu alma, en la hora pura de medianoche, aúllas, aúllan los perros,
te acompañan a renegar de los precios, y de nuevamente el regreso
convenido del hombre, hijo de su madre, hijo de su padre
que lo golpeó en la cara y nuevamente hijo de tu hijo de tu padre su hijo,
e hijo de tu amor, del tibio contacto de encendedores a cigarrillos baratos.
para, inevitable, fugar con alas de murciélago hacia atollados cuartos en la quinta,
y no hacer nada sino rebuscar en la conciencia lo que en la calle está secándose,
o sea el quehacer del separado de la familia, el trabajo esclavizante,
el, ya que importa, invento de imágenes similares a la suya,
pero ¿si vuelves? ¿si retrocedes a casa?
¿si quieres devolver al útero lo entregado a la mujer en la sala de cuidados intensivos?
de seguro no se moverían las cosas para bien de su cocina y el alimento se vinagraría
en el estomago, lo único que seria provechoso es el aliento de ambos:
mujercita y hombrecito, enterrados en la cama de una plaza y media, abrasaditos.
DE: COTIDIANAS Y POEMAS DEMÁS
Aún sigue respirando la llaga…
Aún sigue respirando la llaga, en su martirio está acogida la humedad corpórea;
cuán a tientas se va expandiendo sobre la carne,
atacando los territorios desarmados,
en las zonas menos reconocidas por el dolor de ayer.
Es este mismo dolor el que huye al margen del grito abandonado por el silencio,
Se esconde en una luna impresa en el ojo del anónimo regurgitado,
Mientras baja la voz en el sótano viejo de un joven recuerdo;
no anda, sino corre como un tigre hambriento en el desierto,
con las garras que están a orillas de la llaga misma, cerca al maldito dolor,
siempre con la pena palpitando, en tendenciosas formas de manifestarse;
así, perpetuamente arrinconada, desproporcionada
en caricias falsas en momentos inesperados,
la llaga sigue respirando vanamente, venciendo todo obstáculo artero,
y resurgiendo entre su propio mal,
para consagrarse en un solitario pútrido mundo.
DE: COTIDIANAS Y POEMAS DEMÁS
IV
No entiendo de largas avenidas
por donde viene el amor jadeante
ni de las rieles de un tranvía
por donde ese fue la libertad silbando.
No entiendo un cielo infinito de palabras;
para mí, el cielo es una mano
y dios cabe en la mirada
como cabe un hombre
y una mujer desnuda.
Amo la brevedad de la mosca.
De: Catarsis
II
Yo soy de esta noche el más oscuro,
la sombra
que asecha a las estrellas
y a la luna.
Soy el alma en pena
que vaga por los bares,
dejando en cada vaso
un sorbo de tristeza.
De: Catarsis
GARABATOS DE LA NOCHE
I
Lágrima de noche
moja el viento
la oscuridad camina
por las gradas del silencio
y la canción de la noche
muerde el corazón
afligido de la luna
está sentada la luna
en el huerto celestial
escribiendo un poema
de la angustia
de la locura sideral
en la hoja de la melancolía
II
Los años cambian
el color del destino
las penas volaron
de sus camas
y un viejo echa
el agua de su ausencia
en un vaso
crece el dolor
como gotas del rocío
III
El sonido del alma
hostiga la sombra
el silencio llora
junto a la cama
desecha por la sombra
la noche camina
moviendo la vena
de la angustia
y el llanto mastica
la sotana
de la tristeza
y la noche fenece
con el suspiro
del silencio
POEMAS DEL SILENCIO
I
Rosa vida sin llanto
Rosa esperanza sin canto
Luciérnaga de tinieblas
Alumbra al espanto.
II
Caminas por valles exóticos
Donde el silencio muere en tu brazo
Donde el paisaje
Danza en tu mente
Donde el río canta
Plácidamente
Bajo el brazo destrozado
del espanto.
III
Canción de vida
Canción de muerte
Tu canto camina
Desnudándose por valles
Ciegos del espanto.
IV
Hoy los poetas
Nacerán de nuevo
Entre hojas de olvido
Lanzaran poemas
Sutiles y amargos
Ellos estarán sentados
En jaula de silencio
Cantando noches de ausencia
Las olas de otoño
Desfiguran sus almas
El olvido sacude sus alas
Hoy los poetas
Nacerán de nuevo.
V
Canciones ocultas
Están viendo
Pupilas taciturnas.
Las ramas son manos verdes
Que buscan caricias
En hojas de miedo.
Nadie ha nacido oculto
En galerías de silencio
Todos vivimos
Bajo niebla de olvido.
Nadie vive de caricias
Todos necesitamos.
Toda la vida
Estamos sentados
En el agujero del tiempo
Masticando alegrías
Bajo sombra de olvido.
VI
A Irma Juscamayta
Lo mataron
Los ronderos
Lo mataron
El pueblo
Lo golpearon
Lo azotaron
Sin piedad
Los campesinos
Irma clamaba
Arrodillada
Hermanos míos
Por favor
Déjenme vivir
Lo cortaron su alma
Lo cortaron su lengua
Pasearon su oreja
Como trofeo de guerra
Por la calle de su muerte
Ahora junto a su tumba
Llora río Chilca mayo
Clamando justicia.
VII
Imagino a mi madre
Paseando bajo llanto
De soledad andina
Imagino a mi madre
Hilando y tejiendo
Nostalgias de vida
Imagino a mi padre
Labrando miseria
En vena de silencio
Imagino a mis hermanos
Cosechando hambre
En huertos de dolor
Imagino a mis abuelos
Lavando mi dolor
Con arroyo de su pena
Y yo aquí en ciudad muerta
Siembro pobreza a cada paso.
PRIMERA VEZ
Las figuras se transmutan en tu cintura
y tus frágiles caderas se revelan dentro de mí.
Eres tú
la paz hecha sensualidad
la cornisa cobrando vida en sexo.
El eco atroz de tus gemidos
se contraen junto con tus sábanas enrojecidas
y en aquella sueva caricia resucita un beso.
Sin más
soy presa tórrida
de tus dientes y tus uñas
que garronean mi piel
dejando al sudor y la sangre
para que cicatricen mi éxtasis.
Los rieles ondulados de tus piernas
y la selva exótica de tu pubis
me adentra en tus dominios.
A cada espasmo
a cada risa
a cada suspiro y roce
nuestras pieles se repujan
grabando el deseo
hasta nuestras almas.
Ahora adiós
sin prisa
solo el crespón de la tarde que ya duerme
se adormila en nuestro recuerdo
y en las ropas que nos van vistiendo.
ERASE UNA VEZ UNA TARDE TRISTE…
Pienso que los días han sido muy austeros y se han ido blanqueando con la nieve del tiempo. El crepúsculo va muriendo, con él también fallece, seguramente, ese joven que atinó a decir te amo con una palabra entupida, que asintió siempre a la misma frase de las mismas noches, de los mismos años, que aunque pasados serán los mismos por siempre. Nótese que siempre, desde hace muchos años, digo lo mismo. Por eso seguramente yo no soy ese joven, o dejé de serlo en el momento que te obligué, que amarré tu voluntad a mis caprichos. Recuerdo tu súplica: “no, me duele” y yo con el puñal de mis ojos abalanzándome frente a ti, a tu sexo que nunca estuvo tibio, que tampoco estuvo frío, que jamás estuvo en ningún modo para nadie, especialmente para mí.
La oscuridad va tiñendo de negro mi celda, la va haciendo mas frígida y la soledad me va haciendo el amor, de la misma forma que yo lo hice: trepando con vileza tu vestido, tironeando tus minúsculas ropas de seda, agazapando ese porción de mí hacia dentro de ti; no lo niego, hasta hoy no experimenté sensación tan dulce ni perversa que tus tétricos alaridos de dolor placentero, que estallaban en mi pecho. El carmesí de los últimos segundos de la tarde; va siendo avasallado por la luna. Pareciera que puede tocar tu sangre, sentir el mismo olor a muerte, la fragancia de la agonía en busca del suspiro final. Pero a su vez, voy oyendo las sirenas, las voces, viendo uniformes, y aquella piedra en mi mano, Némesis de virginidad y de tu vida. También siento que el recuerdo de el que fui se desvanece cuando me veo aprisionado, y los últimos efectos de mi psicodelia se esfuman, como la sonrisa de mi madre antes de salir esa noche; y la realidad cobra vida mientras respondo preguntas sin saber qué hice o cuándo. Una lágrima discurre por mi cara y cae al piso; cómo no desear que, al caer, convierta en una fosa el gélido concreto, para echarme dentro, olvidar que estoy vivo, y que tú no lo estás; que nunca te podré pedir perdón, que no sabremos jamás por qué te escogí a ti y por qué de ningún modo supe o pregunté tu nombre.
BARQUERO DE LA LUNA
Padre, está ahora abierta
la fúnebre hoja, la vuelta sombra que llama
a la vuelta de un sendero
de jugar.
Ya no hay sino la blanca hiedra que era un
trevejo de luz, un ocaso de humo
en el umbral de muchas noches y de una.
De la angustia imbatible de los nervios.
La veladora en su altar.
Y ha vuelto el octubre sin hallarte
la olla paciente, ni la modesta pared apuñalada,
ni las aguas verdes, ni las meriendas
de trigo en pan. El fruto
de la vid de los domingos. Ni yo.
Parece que has cruzado el puente con la vara.
Parece que al fin has encontrado tu guindal
y estás jugando de otra manera. Así.
Y yo en la noche que me fui volví
por la deuda y por mi plato, y en lo lejano
de las distancias otras piedras me mordían.
El abriego del túnel que tú hallabas,
la paciencia y el silencio que envolvías.
Ya no verás llorar en las puertas
de tu nueva salida. Está cerrado.
BARQUERO DE LA LUNA
Padre, está ahora abierta
la fúnebre hoja, la vuelta sombra que llama
a la vuelta de un sendero
de jugar.
Ya no hay sino la blanca hiedra que era un
trevejo de luz, un ocaso de humo
en el umbral de muchas noches y de una.
De la angustia imbatible de los nervios.
La veladora en su altar.
Y ha vuelto el octubre sin hallarte
la olla paciente, ni la modesta pared apuñalada,
ni las aguas verdes, ni las meriendas
de trigo en pan. El fruto
de la vid de los domingos. Ni yo.
Parece que has cruzado el puente con la vara.
Parece que al fin has encontrado tu guindal
y estás jugando de otra manera. Así.
Y yo en la noche que me fui volví
por la deuda y por mi plato, y en lo lejano
de las distancias otras piedras me mordían.
El abriego del túnel que tú hallabas,
la paciencia y el silencio que envolvías.
Ya no verás llorar en las puertas
de tu nueva salida. Está cerrado.
MEZQUITA ABANDONADA
Yo conocí el secreto nombre del Altísimo
EL CICLO DE LAS ROSAS
I
Que hundido, tal vez, el sacro
Veneno estropeado.
III
Muere sigilosamente en mi nombre
2
Este oculto semen era
Tu conoces la cordura inocente
SATELITE EXTRAVIADO
Ciudad que flotas
Este cuerpo que me protege
Este cuerpo que me protege
de ser otro objeto aún más insalvable
y no logro ocultarme
de ser una simple columna de tierra
una simple apariencia
fácilmente humedecida
por la tristeza y la lluvia
es extraño ir consumiéndose
en el delirio silencioso de un cuerpo
y no en la lentitud de un árbol
cuando desocupe
su ámbito de vidrio hospitalario
volverá a su tierna extinción
desgastada por el agravio
de un corazón enemigo
nunca amanecido a la vastedad
de una vida sentenciada de nube.
A MI HERMANO
Here, and I Feel as thou hast felt?
Lord Alfred Tennyson
Hermano, el viento nos disemina
Dispone de nuestro abrazo
Para recuperar su estandarte de vacío.
Considérame como a una criatura
Sin mañana que viaje desde la alegría
A través de alaridos desesperados
Huyendo para constituirme
En un deseo con el rostro del odio
Querido, mi hermano, a donde quiera
Mantengo la sinceridad oscura
De mi Angel insubordinable
Respondo a sus advertencias
A sus abrazos sin el contacto del agua
A su calma de anciano sin recuerdos
Mitad padre-mitad acantilado.
Mi gesto permanece para ser olvidado
Mi canto niño es tan anterior
Ya no atiendo a mi guitarra interior
Sobre todo. Considérame soñado.
TINIEBLA DE TU PIEL
Qué misterioso es el color de la carne.
Anoche, más suave que nunca:
Carne casi soñada.
VICENTE ALEIXANDRE
La tiniebla de tu piel transcurre
Como una escarcha amorosa e inconmovible
Adentro, más allá de nuestros ojos
Se propagan besos y heridas irremplazables
Por fuera, aun no me separo del umbral de tu cuerpo
Y no puedo defenderte de la amenaza
Desbordante de mis caricias
Me reconozco como una súplica
Que repercute contra
La deriva filosa de tu piel
Violentamente me asemejo
A tu voz salida de una emboscada
Arruinado y vacío para llenarme
Con la tiniebla incalculable de tu piel
Y nuevamente recibiré tu boca
Beneficiada por el reflejo de la sangre
Como otra herida necesaria
Más necesaria que las reliquias
De nuestros cuerpos divididos para la búsqueda.
“Yo me quedé paralizado, sufriendo la indolente naturaleza”
EL VIENTO EN TU CABELLO
Te acuerdas de aquella tarde, cuando el viento nos azotaba implacable. Sí, tú decías que como tus padres, éste también nos quería separar. Recuerdo que las ráfagas zumbantes revoloteaban tu cabello y me permitían ver, por última vez, intuí, tu cuello limpio de gacela y el contorno de tu nuca de niña. Mientras hablabas, tus ojos buscaban los míos; pero yo los rehuía. Mostrarme duro ahora era mi castigo. Miraba el horizonte, ese cielo ceniza que parecía querer cubrirnos. No, no quería escuchar lo me decías, pues, días atrás, una angustia que se me situó entre la cabeza y el pecho, me hizo presagiar el final. Esa tarde, todo se puso en contra nuestra, Claudia. El viento arrastraba la voz machacante de tu madre (chillaba como una bruja la vieja) y la mezclaba con el polvo que arremetía contra nuestros ojos y se adhería a nuestros labios. Ese ataque de la naturaleza me indignó aún más. Tus labios de pétalos de rosa emitían insoportables explicaciones que yo me negaba a escuchar. Preferiría oír la infame voz de tu madre y sentir los golpes de las ventoleras. Para qué prestarte atención, para qué refutar tus motivos. El amor es irracional y por eso se entrega libremente. Sólo tenias que abandonar a esos que no aceptaban. Sólo eso, Claudia. Debiste abandonarlos y huir conmigo, preferirme a mí y no a ellos. Pretendía oír de tus labios esa resolución definitiva. O, por lo menos, alguna señal que alargara mi esperanza y mi locura. Pero sabía que jamás harías eso. Ay, si hubiera visto tus ojos, si hubiera contemplado tu púber rostro, qué habría sido de mí en ese instante. Habría caído de rodillas y tomándote la mano hubiera implorado con pasión. ¿Acaso una humillación más era necesaria? Felizmente permanecí impertérrito. Tu madre te decía que te olvidaras de esa tontería sino querías enfurecer a tu padre. Sí, a ese desgraciado como lo llamaste aquella vez que llegué a tu casa. ¿Recuerdas? Te quedarías sola, y tendríamos dos horas juntos. Y cuando llegué me dijiste que ese desgraciado te había dejado bajo llave. Aún recuerdo que nuestros rostros apenas se veían por la ventanilla, y cuando nos besamos dijiste que ojalá el calor de nuestros labios fundiera el chinchoso hierro. Entonces, nos echamos reír. Después te contemplé, y amenacé con tirar la puerta o entrar por el techo, si es que no te fugabas. Pero sólo me complací con acariciar tus mejillas acaloradas con las yemas de mis dedos; luego, tomé tu cabello y lo hice atravesar los barrotillos, los olfateé y me embriagué con su olor y textura. Sí, Claudia, tu padre, ese sujeto al cual amabas intensamente y que dominaba por medio de chantaje y amenaza, no dejándote posibilidad de sublevación, es el culpable de nuestra desgracia. Y entonces no pudimos más, la lluvia se desató, y con ella también brotaron nuestras lágrimas. Lágrimas que yo pude sostener en mis parpados. Pero que tú dejaste recorrer tu rostro, que dificultaran tu respiración y que la voz se te entrecortara. De alguna forma disfruté ese momento. Ahora te tocaba llorar a ti ¿Ese llanto era un prueba de amor? Ay, Claudia, Claudia, si comprendieras que para mí no era suficiente. Quise probarte aún más, y te dije que huyéramos en ese instante. A dónde me dijiste. Qué importaba a dónde, Claudia, a donde estemos juntos para siempre, eso era lo que importaba. Tú no te atreviste a abandonarlos, debías partir y quizás no regresarías; lo hacías por ellos, especialmente por la pobre vieja. Además –si, ya sabía–, aún no cumplías los dieciocho, te faltaban tres y yo debía tener paciencia, esperarte. Tonterías, pensé mientras continuaba impasible. Y quise comenzar a odiarte a partir de ese momento. No supiste qué decir, te cansaste de monologar. Entonces la lluvia arreció y tu madre bramó. Diste media vuelta y desapareciste para siempre tras esa puerta, tras esa ventanilla. Yo me quedé paralizado, sufriendo la indolente naturaleza. Después, me importó un carajo la lluvia y deambulé por las calles, buscándote, indagando noticias tuyas. Y ahora te encuentro aquí. Tuve que atreverme a preguntarle a tu padre que de casualidad me lo encontré en un ómnibus. Él no entendía cómo pudiste hacer una cosa así, tomar ese maldito veneno, que te fulminó entre vómitos y contracciones. Y hoy que estás allí dentro, siento algo se sosiego al saber que más prueba de amor no te puedo pedir.
PEQUEÑA SERENATA NOCTURNA
El interior de la furgoneta está iluminado por una minúscula bombilla que vuelve cetrinos los rostros de los pasajeros. Carol viaja de espaldas al conductor, en una pequeña banca horizontal improvisada como asiento. El vehículo, preponderantemente, está atiborrado de gente con rasgos indígenas, mal vestidos, con signos de ictericia en la esclerótica de los ojos y con los dientes carcomidos por las caries. La pantalla del celular, que Carol lleva en la mano, resplandece y vuelve azulinos los inexpresivos rostros, la melodía que acompaña la señal es la Pequeña Serenata Nocturna. En el cristal Carol lee unknow y luego: ¿Ya saliste de la universidad?, estoy en internet pensando en ti, te espero donde siempre, hoy termina todo como tú quieres, Steve. Cada vez que sube un pasajero, el banquito se balancea y Carol golpea su cabeza contra el respaldar del conductor. En contraste con los demás, se la ve radiante; sabe que pronto esto acabará, pues su padre ha iniciado una carrera política que si la mantiene le podrá ofrecer a la familia estabilidad y bienestar como la que hay en Europa. Y Carol ya sueña con Suecia y con el auto Toyota color vino tinto que el otro día fueron a ver. Se siente dichosa entre tanto desdichado y eso la hace feliz. El conductor enfila por Real y se aleja del centro de la ciudad (sucias fachadas, edificios contrahechos, tiendas anodinas), enciende la radio y en una estación se escuchan los acordes sincopados del Huayno con arpa y sintetizador y los arrebatos de Sonia Morales. El aire del interior esta recargado de olores y Carol se abochorna, piensa: gente de ascendencia campesina, sucios, mal olientes, miserables, ¿quién los ha jodido? Salir, huir de una vez. Y Steve se parece a ellos. Cómo no te diste cuenta la noche en que tu padre te presentó a la sociedad, fue tu pareja, te embrujó en un vals de Strauss y te le rendiste en un mix de Maná, tú te encaprichaste e impusiste, te sentías tan segura de poder dominar las situaciones. Por eso, después de saborear muchas veces la suave espuma y el amargor de la cerveza que liberaron a la mariposa de su envoltura, te dejaste arrastra por él hasta el terrenito que queda detrás y allí sentiste su aliento y sus labios, no abriste la boca ni utilizaste la lengua, Carol. Carol antes de ir a casa va directamente al terreno baldío que queda detrás. Ve el perfil de Steve iluminado por la fosforescencia de la luna, apoyado en el viejo y solitario eucalipto. Siéntate, le dice Steve. No tengo mucho tiempo, plis, mi mami no tarda en llamar, contesta Carol, inquieta, saltarina, juguetona. El insiste pues la quiere ver como aquella vez, reclinada en el árbol. De mala gana Carol acepta, tira la mochila al suelo y se recuesta en el tronco. Por un momento yergue el dorso y los pechos firmes y núbiles, abrigados por una chompita de alpaca, desafían la presencia de la luna, amenazan el estrellado firmamento. Steve tararea una canción de los Kjarkas que se oye a lo lejos, y ella le dice: ¿te gusta esa música?, ¿haz escuchado a Travis? Luego, el espacio se va llenando de palabras tiernas, de súplicas, de argumentos del corazón, de dolor, de esperanza y desesperanza, de belleza y locura, de amor y desprecio. De pronto el silencio, la majestosa luz de la luna sobre las siluetas inmóviles, fantasmagóricas. En eso, el ruido como el de una rama que se rompe y cae. Carol se palpa una mejilla y sus asustadizos ojos tiemblan frente a los de Steve. Coge su mochila e intenta apartarlo de su camino, lo enfrenta, pero las manos violentas, la vuelven contra el tronco del árbol. Al instante Carol reconoce, frente a ella, un resplandor opaco de metal y un temblor de manos que sostienen el arma. Y antes que sus labios pronuncien palabra, la pólvora hiede la atmósfera serrana y chamusca la larga cabellera de Carol. Los ruidos de la noche se mezclan en una confusa sinfonía: ladridos, el rumor del batir de hojas por el vientecillo de la noche, y el ir y venir de los autos a lo lejos. Vuelta la calma, mientras se escucha nítidamente en la lejanía una salsa de Oscar de León: no me vuelvo a enamorar/ yo no me vuelvo a enamorar, y gente que canta y ríe, en el pequeño espacio irradiado por el testigo astro, se vuelve a oír, impetuosa, la Pequeña Serenata Nocturna.
SOBRE EL MAR
A Diana, Josué, Esteban y Casimiro.
Amigos y cómplices de la lectura.
En efecto, con afecto.
Sobre el mar de la noche soy un ave,
o pretendo serlo.
Mis alas a penas rozan el olvido
o su retorno,
el eslabón sensible de una rosa
de su carne
de su corpus…
¿Qué puedo ofrecer a los errantes sembradores
sino la tensión de unas pupilas que
en desvelo y sin recelo por las letras se desviven?
¿Qué si no la pura redención de “mi locura”,
la perdurable manía de la ternura?
Será
en mi viñedo, huerto asfaltado
quizá una mazorca de maíz morado
para alentar su rubio latido:
calmar el pulso en la presión del abismo.
Un puñado de lluvia
en los días de sed y viento
Una sonrisa que atraviese los cristales
una luna que alumbre de día
un poco de leche para su lid viajera.
Mientras el espejo del día
Irrumpe en nuestras desoladas reflexiones
las abejas de la poesía
sobre el dorso de la tierra
o en el ombligo del cielo, con incansables alas
trazan estelas de rosado silencio,
un nombre de hermoso aguacero
que descansa en las orillas
de la piel y el sentimiento,
un lago de cristal repujado:
la brisa de un frío que calienta…
de “Asuntos Humanos” (poema – río)
BAJO LA LLUVIA
…y la ciudad el mar que navegaste
y la noche se abren a tu paso
… y el corazón vuelve de lejos a asomarse.
CÉSAR MORO.
Como quien atiende el peso de la lluvia,
oteo la vibración intacta de su piel.
Abandonado a la marea
me acuesto al efluvio de la ausencia.
Turgente y colorada
una muchacha entre mis manos
es puro corazón y luna clara:
diente de león y suspiro
en cada fragmento de su aroma
me canta una canción.
Aspiro cada juntura de sus estambres
paladeo la miel oscura de sus ojos
acaricio la hierba mojada de sus labios
la almendra rebanada entre mis dedos.
Ella detiene la mano donde cree tener el corazón,
la convulsión inconfundible de la lluvia
me advierte
del incontenible espasmo
de la gravedad bajo la lluvia.
EL COMIENZO DEL AMOR
No, no era el esplendor efímero
de una tarde que para siempre se iba…
¡Era el comienzo del amor!
El viento de enero rasgaba la tarde,
el viento (o la ternura en ráfagas)
rasgaba la espalda del día...
Mientras la tarde escuchaba confesiones;
a pesar de la hora, había luz y calor
suficientes para reconocer la divinidad del amor.
Entonces, inmensa, puede ver tu alma
vestida de transparencia absoluta
pude sentir cómo tu voz, aliento del alba,
mi corazón sin luz atravesaba.
Yo en la hermosa colina de aquel comienzo
frente al incendiado color de la ciudad,
cantando ante el hechizo de tus ojos
pude conocerte gorrioncillo
y hallar al fin pude
la fundación perdida,
la remota ciudad de la ternura…
¡Te había encontrado!
Flor de lluvia,
en este poema mis sentimientos mejores
he volcado
y mi oscura agonía he derrotado:
en ti el amor he hallado.
Con la lluvia de esperanza que renace
me haces libre,
con el viento que tus mechones persigue,
con el viento que abriga los cuerpos
y junta dos corazones en uno,
tú me haces libre, tuyo y libre… libre.
Déjame ser el viento en que tu verso azul vive
ser el viento que tus encantos en envuelve
el viento en que galopan tus sueños
viento que seduce tus cabellos
ser el viento que acaricia con puro amor
tu rostro en flor.
No, no era el esplendor efímero de una tarde
que para siempre se iba
era el comienzo del amor.
INÉS
Un haz de luz se extinguía
entre el silencio de la noche,
un corazón demandaba amor, ¡un amor!
el poeta quiso crucificarse en un suspiro
y hacer el destino con los besos de Inés.
Mas declamando contra el viento,
tropezó con el dolor
derramando su canto, rompió su corazón;
entonces, fue su garganta un profundo grito
y de su voz manó una desolación de truenos.
Aquella mujer que tanto lo hería
con la dolorosa belleza de sus labios,
por razones del corazón que la razón no entiende,
ahora volvía, cual rizo de viento, para siempre volvía...
Ella, mujer amada,
la misma que atada de ausencias perseguidas
detrás de la fuga del viento,
dejó un atado de esperanza en el silencio de su llanto.
Cayó la noche cual fruto maduro;
bajo su última coraza,
el vate pronunció el nombre amado: ¡Inés!
y papel y poema se quemaron sus labios.
Una vez más, viento y poeta se juntaron
y la tristeza fue sin lágrimas:
Inés.- “piedra y camino fue y será mi destino”
Poeta.- en ti, hoy viven las caricias que ayer perdí
Inés.- “pero la brisa que te acaricia…
Poeta.-...apuñala mi corazón.
Inés.- “Te amo!”
Poeta.- sin puñales de olvido, yo te amo
y espero tus manos entre las mías,
en las que algún día
nuestro amor se haga flor eterna.
A UNA JOVEN MADRE
A la mañana fecundada de amor.
Con el anuncio de la dulzura nueva
que ya venía copándole el corazón,
una joven,
entre la hierba se durmió
y ya dormida se dijo:
“todo esto no es más que un sueño”;
mas al rayar la aurora
sollozó y lloró
hasta estrujar sus pétalos.
Un pequeño estremecimiento
le despertó el alma y le robó el corazón,
entonces comprendió
que aquella pequeña frescura
como de lluvia lenta
que le subía por la piel
e inundaba su tierno corazón
era el prodigio de la concepción,
el milagro de un hijo en camino.
Ahora ella está sobre el mundo
mirando la luna nueva
leve como un suspiro
cual gota de cielo, suspendida
entre las ternuras de su niño.
Río y cuesta arriba
venciéndolo todo,
asida a la esperanza inmensa
del alma recién nacida,
la joven madre sostiene en brazos
la esencia del amor.
va luchando por los suyos,
venciendo el camino y sus abrojos
soñando con ser abuela
forjando su dicha y su destino.
abriéndose paso entre la maleza
siempre,
siempre con la mirada en el azul infinito.
“Amor del viento, intenso y por eso mismo, fugaz”
ALINA DEL VIENTO
Alina ha parido.
Su hijo, crecerá
Cruzaba a diario a prisa
el parque Constitución
Devorada por la rutina
perdida en sus pensamientos
Alina sin misterios
simple como el viento
Cansada de tales prisas
aprendió a reposar sus fatigas
Y por las tardes soleadas
descansaba en el Constitución
En las bancas de madera
más próximas a las palomas
Allí lo vio
esbelto, altivo, tornasolado
Cruzaron miradas
Amor del viento, intenso
y por eso mismo, fugaz
Su vientre guardó el secreto
de aquel sincero gran amor
Alina sola, preñada, sin prisas
viendo aquello crecer
Días de lluvia, días de sol
días, días, días
Ahora, ella ha parido.
Su hijo, crecerá
Y llegado el tiempo
con el viento, los dos, volarán.
VII
Trama los hilos
al nido
del pequeño
picaflor
que trae
esperanzas
a cada otoño
de tu corazón
aguárdale despierto
confía
regresará...
ML-HYO-TEA-92.
“En el camino de siempre, solo vestido de miseria, repleto de nada y de todo”
PALABRA DE LOS SILENCIOS
I
Se llevó
Tu voz y su rebeldía
Lo que recién nacía en tu alma adolorida
Tu estómago mutilado y tus huesos interminables,
Se llevó tu corazón que no encontró a nadie
en tanta muchedumbre
sus dolores y amarguras.
Se llevó el remordimiento tuyo
El haber sido un huésped en tu propia casa
el haber sido nada ni nadie en los demás
se llevó la furia de tus ojos, el haber sido sólo en un sueño.
Se llevó todo lo que agonizó siempre en ti
El centavo de vida desde el inicio
Se llevó en sus encrespados tormentos
LA MUERTE.
III
Como siempre
tienes intensiones de no querer estar contigo mismo
de abandonar los ojos, el alma
y las enfermedades que a cada día
se depositan en tu corazón.
como siempre tienes intensiones de abandonar
caminos insospechados que te obligan a ser
sólo un gusano en los demás
que te obligan a respirar absurdamente, donde
no existe nada.
Como siempre tienes intensiones de abandonar
maldades que te agobian con sus aguas ennegrecidas
gastos inútiles que te hieren, no a golpes,
ni a palos ni a balazos
sino lentamente
arrebatándote todo, hasta la honestidad.
Como siempre
tienes maldiciones de no sé que llaga
maldiciones malditas de no sé que abismo
de no sé que silencio.
IV
En el camino de siempre, solo
vestido de miseria
repleto de nada y de todo
derrotado sin cosas y seres que llenan la vida,
completamente lejos de todos
esperando
con el cuerpo destrozado mil veces
los dedos sangrantes
y con la espantosa cicatriz en el alma
no las razones del silencio
ni el adiós
sino un ave de rapiña
el cadáver.
IX
Fuerte agarrando la palabra hablas
de todo los demonios que viven en la oscuridad
de los destierros repleto de hielo
de los lamentos y mil campanas.
Lleno de atardeceres hablas
de los latidos que fueron ayer
de lo que no pudiste alcanzar en el momento preciso
estando en tus manos, la envidia fue más.
hablas de la infección de la sociedad
del absurdo sistema
envejeciendo hasta los huesos
hablas ¡Oh corazón!
EL BAILE DE LA NOCHE
I
Me acerco
con el ojo a cuestas
el oído roto
y el intestino solitario
a los agujeros silenciosos.
Aquí estoy
nunca dejarás escaparme.
IV
Roe los huesos, el cuerpo
el alma
y la conciencia.
En los intestinos cruje
en la médula de los pobres
hostigando su rumbo,
el hambre.
VII
Has muerto de consuelo
y soledad
te arrastró la miseria que aún
se esconde en el último pan.
XI
A diestra y siniestra socavan el hueso
Hasta hacerlo cenizas.
A penas se ilumina sangrando a cántaros
El alma.
Los golpes continúan
Las torturas y las balas.
“Poesía se abraza fuerte como a un hijo al tiempo”
PEQUEÑA MUERTE
“Respira como un árbol frente a la tempestad”
BLANCA VARELA
Este es el día,
Aléjate de la ola,
Del perfume que emana de los sueños
No dejes que te envuelva la llama,
Has que tu alma camine por la sombra
Entre los árboles.
Este es el día.
Demasiado tarde para arrepentirse,
Recuerda, la respiración va por dentro,
Recuerda, el dolor viene lento con la brisa
Como una música electrónica.
Silencio,
Oye el ruido que se oculta bajo la piedra,
Oye como canta la esperanza en la rama;
Recuerda, el olvido es el abismo,
El inicio del mal
Recuerda, el recuerdo, es como el hielo,
El tiempo lo derrite.
Este es el día,
Un poco vacío,
Es tarde para ser temprano,
Recuerda la vida es esa luz eterna
Que entra por la ventana al amanecer
Recuerda, abraza a la pequeña muerte cuando tengas frío,
Como al principio.
AZUCENA
A Giuliana Flor de María
I
En el frío retardo de las horas
Duerme tu sonrisa cansada
Como un viejo sueño bajo la lengua
Duerme en la quietud del silencio
Duerme en la dulzura del ayer
Como una cicatriz en el pecho descubierto
Duerme entre la hojarasca de mis brazos.
II
Viene tu imagen blanca
Trenzada a mi árbol
En la dimensión de la noche
Viene alta como una ola
Con el sonido de la lluvia
Viene y tiembla
Como una rama aérea
Que levanta los brazos
Con el vaho de la oscuridad
Viene como la nieve que se desprende del nevado
Viene bella como la sombra a medianoche
Viene con el pánico inyectado en la sangre
Viene y no sonríe.
marzo de 2005
BALADA DE UNA MUJER SOLITARIA
A María C. F. In Memoriam
Todo termina en las alas de un ángel
o
en tus ojos furiosos cortados por la muerte; no llores en las noches, aquí están mis sueños para empuñar tu corazón. Péinate frente al espejo no seas tímida, escucha como suenan los ríos en tu nombre, como los hilos de la imaginación cosen la tela azul de tu esperanza, no dejes que tu voz siga dando vueltas como un halcón hambriento. Pronúnciate no dejes que tu alma camine solitaria por las calles torcidas del ayer; busca las raíces de tu soledad en el silencio perpetuo, no te deprimas asómate por la ventana no es tarde para sonreír…
enero de 2007
VIVIANA
Escucha como canto gritando tu nombre Viviana quisiera abalearte con esta mirada felina abrazarte hasta quitarte la respiración con esta tibia sangre de mi brutal sentimiento Estoy descontento contento con el veneno recorriéndome el cuerpo recorriéndome el corazón de metal hediondo Viviana enciende la flor en este oscuro paisaje de mi ansiedad donde destellan tus manos invisibles de deseo de querer comunicarse en un lenguaje ajeno lejano a la noche Viviana quisiera contemplar los dos montículos de arena que oculta tu blusa de perfumado manzano y tocarte el alma con el agua de mi sombra para que sientas el frío de mi palpitar y tocarte con mi lengua inquieta esa perla de tu boca oculta como un murciélago enfermo enloquecido por el amor.
POESÍA NO DICE NADA
“Poesía no dice nada,
poesía está callada…”
Martín Adan
Poesía no dice nada
poesía se abraza fuerte
como a un hijo al tiempo
poesía se lleva dentro de la sangre
En la hoja misma.
poesía duele en el alma
como un libro abierto
en manos de un ciego
poesía se toma bien cargado
poesía es grieta o camino partido
en el bosque de la esperanza
poesía es silencio silencio
de piedras dobladas en el invierno.
Poesía soy yo
descanso quietud
bajo la dulce rama.
Poesía he buscado tus raíces
para cobijarme de la tristeza
que me embarga
y siempre he caído
en ti dulce poesía.
Poesía es el fluir
de la sangre entre los dedos.
“Recorro cada centímetro del corazón, espulgo cada cavidad viviente”
EL SILENCIO DEL CUERPO
“El peor pecado es amar”.
I
La mirada de la noche se retuerce
Ante tu abúlica presencia
Porque sabe de los desbandes.
Algunos sueños parchados
Se escapan de las manos.
El abrigado engaño se despoja
De sus prendas de papel gastado.
Y tú, ahí, sin nada que decir.
(Los desvaríos trastornan,
Enloquecen a la razón.
El silencio me enferma.
La paciencia huye de las manos).
II
El frío golpea al rostro dormido,
Quejándose del obsceno silencio de tu lengua.
Hay pájaros que todavía conviven
En el ardiente nido de la noche.
Las sombras se posan en los párpados
Como queriendo fornicar con los sueños desatados.
Los deseos se vuelven incoherentes y vacíos.
Y tú, ahí, sin nada que hacer.
(La sonámbula quietud,
Mezclada de turbias indiferencias,
DESESPERRA.
La ciega noche me empuja a ti,
Nos embiste.
Ahora, dejo de ser el mismo).
III
La lluvia azota recuerdos plomizos
Envueltos en pálidas divagaciones.
Dejo de soñar.
La frenética luz se precipita en el mar callado
De mis embriagados días.
Y las sombras, ahí, quietas, pensativas, partidas,
Esperando el momento de apoderarse
Del fenecido pensamiento.
(El grito se escapa de tu boca.
El filoso cuerpo escondido
Penetra en cada poro.
El corazón deja de respirar).
IV
Dime, despierta del profundo sueño eterno,
¿crecerá la cantuta en el descuartizado corazón?,
¿será la palabra mordida la de otros tiempos sudorosos?,
¿dejará el amor de ser torcido como el llanto?,
¿volveremos a soñar con nuestros cuerpos deshojados?
Las sombras que duermen en la mirada azul
Profanaron promesas de una turbia tarde de abril.
(El amado cuerpo yace enquistado
En el pudoroso suelo
Bañado de sangre y suspiros vagos.
El silencio del cuerpo…
…es mi sileeencio).
WAÑUY PACHA
I
Luceros vigilantes en el umbral de la oscuridad
La noche fue una penumbra
Un vómito mal aireado
“siniestras sombras reptaban en las calles”
La mirada turbia rompía noches durmientes
Nos ardía la oreja
El rumor del viento…rumor sombrío.
Manos turbulentas en el umbral de la oscuridad
El sueño plomizo fue un mal augurio
Oscuro presagio en el aire nocturno
Muerte sembrada en las paredes
El aliento de la noche se volvía denso
Los perros aullaban
La luz expiraba
Desde la inquietante oscuridad.
IV
Las horas cautivas se movían ensangrentadas
A esa hora apagada, siniestra,
Maculada de sangre
Un hombre mordía el polvo adolorido.
La modorra se hacía más opaca
Los balazos alteraban sueños placenteros.
Hombres deshumanizados
Destazadores de sueños furtivos
Jugaron como niños a nuestras espaldas
El infierno estaba en medio del paraíso.
XIII
Aquí han matado gente
El lamento de pueblos en agonía
Se hace sentir.
Hombres dolientes, desdichados, ausentes
Hijos asesinados, mujeres violadas,
Cuerpos despedazados
Niños huérfanos dispersados
Sueños sujetados, doblados,
Desgarrados, par-ti-dos, devorados.
Casas mezquinas, calles vacías
Casi todos se han ido
Hogares de vidas consumidas, eclipsadas,
Destruidas,…
Los ojos del pueblo se deshacen en lágrimas.
XVIII
Silencio atravesando distancias
Quebrada de cuerpos apagados
Burdel de cadáveres roídos por el tiempo
Sonido de carne
Acuarela de sangre
Superficie de voces calladas.
Plenitud de cuerpos eclipsados,
“devorados por el tiempo”
Cementerio clandestino de huesos
Vidas destruidas.
PAZ perecedera, retorno en el tiempo
Cosecha de cuerpos mutilados
Cosecha de huesos carcomidos.
(de: Wañuy pacha-tierra de muertos)
Recent Comments