ALBERTO CHAVARRÍA MUÑOZ









“Mi pensamiento se convirtió en una crisálida con una sola obsesión: la palabra, mi palabra, esa palabra”

EL INCUNABLE Y MI PALABRA



Todo empezó buscando la palabra. No sabía exactamente lo que quería contar, pero intuía que aquella palabra era la clave para empezar la historia. ¿La historia? ¿Una historia? ¿Mi historia? Sería tal vez, aún no lo sé, una historia que juntara lo mágico con lo sobrenatural, ya que siempre me han llamado la atención los ritos o pactos que hace el hombre con seres sobre o antinaturales. Hablar o escribir sobre viejas pesadillas humanas nos hace recordar que aún somos frágiles y que estamos en soledad.
Empecé entonces por buscar esa palabra en diccionarios enciclopédicos y pesados y, nada, era inubicable. Después fui en busca de libros antiguos y enormes, tampoco ahí encontré un indicio o algo que me dijera que ésa era la palabra mía. ¡Qué digo, Dios míos! ¿Palabra mía? ¿Qué me pasa? ¿Aún estoy obsesionado? Esa palabra sería mía, me dije, lo sabía, pero en aquel entonces era de todos.
Amanecía y anochecía pensando, hurgando, en miles, millones, de signos. Recién ahora reconozco el momento en que pasé el límite de lo real posible a lo utópico: sentí calentura en el rostro, en las manos, la boca, los labios se me resecaron, tragar saliva me producía escozor, oía el fluir de mi sangre. Me calmé un instante y luego el frío me atrapó, lo sentía subir por mis pies, poco a poco mis ojos se cerraban, el vahído se apoderaba de mí.
Aquella noche soñé un mundo de libros, de páginas, de letras, de ideas, de conceptos, de imágenes. Los caminos eran libros abiertos, las praderas cubiertas de libros, los árboles libros enroscados, libros pequeños y brillantes los frutos. ¿Imagináis un océano de libros? Páginas en vez de agua, transparentes, albos. Los pececillos eran vivaces letras coloridas en ondulante movimiento. Las casas distintas formas de libros, se viajaba sobre hojas sueltas de libros relucientes. El sol un libro abierto, brillante, esplendoroso y grande.
Quise dejar de buscar esa palabra con la cual iba a empezar mi historia, pero me fue imposible. Cuando dejaba de hacerlo me enfermaba. Volvían las calenturas, las fiebres altas. Mi pensamiento se convirtió en una crisálida con una sola obsesión: la palabra, mi palabra, esa palabra. Me volví inútil para otra cosa que no fuera la búsqueda de esa palabra.
Me metí, de día y de noche, a bibliotecas públicas y privadas. Actuaba como un ladrón profesional, la obsesión aguza la observación y la planificación se hace más astuta: me sabía quién tenía biblioteca y cuántos libros había ahí. Mi forma de averiguar iba desde la pregunta inocente, con afán cultural, hasta el sobornar a familiares y criados. En las bibliotecas públicas la cosa era más fácil, pues los empleados mal pagados facilitaban eficientemente mi desesperada búsqueda.
Y aún recuerdo con nostalgia conmovedora a aquella bibliotecaria universitaria que ayudándome a cotejar libros pudo hacerme olvidar, por unos momentos, esa palabra. Yo buscaba absorbido en la lectura cuando ella me acarició el pelo y me besó el cuello. Ella era mayor, podía se mi madre. Cuando le levanté la falda mis dedos no encontraron ningún calzón, sólo su abertura húmeda, cálida y temblorosa. Terminamos copulando sobre una ruma de libros viejos. Yo tenía veinte años.
Después de eso pude revisar esa biblioteca a profundidad, como a su cuerpo cercano a los cuarenta. Aún me emociona mirar en el recuerdo su sonrisa abrazadora cuando le mostré las fotos de sus bragas y medias que encontré en viejas revistas argentinas. Ella fue la que me informó sobre quiénes en la ciudad tenían bibliotecas y cuál la más completa. Me facilitó diversas formas de entrar a ellas.
¡Disfruté tanto ese tiempo! Mis manos, mis ojos, mis fosas nasales estaban exultantes con tanta exuberancia de papel y tinta. Cada libro, cada estante, cada hilera me hacía vivir el placer, la lujuria, el gozo cercano a la misticidad.
Ella no tenía marido, pues vivía por los libros. Cuando llegó la despedida hicimos el amor sobre un lecho de incunables valiosísimos. Al irme: “Para que no me olvides nunca”, me regaló uno de esos incunables; uno de esos primeros libros impresos en el mundo y que había llegado a estos lares muchísimos años antes, quién sabe cómo. Fue la muestra de amor más agradable que he tenido en toda mi vida.
Rebusqué, viajé, aceché, robé, leí como un poseso y nada. La palabra seguía fuera de mi alcance. A veces caía en el desánimo total. No sabía exactamente qué buscaba, pero lo buscaba; sabía que lo reconocería inmediatamente con sólo verlo, leerlo, impreso en algún lugar del mundo. Vi muchos ojos y muchas caras, aprendí a reconocer a los que andaban como yo. También reconocía a los que buscaban otras cosas, pues todos buscan algo en la vida, y no les importaban los libros. Ellos son más comprensivos con los que buscan en los libros su felicidad. Los buscadores de palabras, en cambio, son tenaces y actúan como fieras, temen perder su palabra en manos de otros; sin esas palabras serían fantasmas translucientes, sombras sin tiempo.
Nada hay más fatigante que buscar una palabra. Hay millones de ellas, pero sólo una de ellas es la que te va a dar la fortuna y el sosiego. ¿Cuál es ella? Nadie lo sabe. Sin embargo, la búsqueda comienza cuando se hace conciencia de que es necesaria esa palabra para vivir, sin ella eres como un árbol seco y pálido.
La palabra exacta no existe, sólo una aproximación. A veces parece que persiguieras un espejismo, una tenue luz, un eco agónico, una soledad llena de vida.
Me pasé todos los años de mi vida buscándola. Ya casi había perdido la esperanza y temía morir sin cumplir mi sueño cuando vi ese viejo incunable. Lo abrí al azar, con resignación, y ¡ahí estaba! Me sonreía, fresca y lozana. Años buscándola y ella esperándome en un rincón de mi propia casa. Embelesado la tocaba, la leía, la acariciaba. Al fin era mía, sólo yo la conocía. Ahora puedo irme de este mundo ya tranquilo, pues esa palabra inicia esta historia. ¿Lo ves?.


DE: “MOLINETE DE COLORES”

posted under | 0 Comments
Entradas más recientes Entradas antiguas Página Principal

Seguidores


Recent Comments